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Araitz vs. Bunda

Cuando Esther me dio la oportunidad de participar en este proyecto, sentí por un lado, un hormigueo muy grande en el estómago, mucha emoción por haber querido crear esto conmigo, pero también sentí un gran vértigo, ya que no sabía si sería capaz de superar el miedo escénico al tener que ponerme en la piel de Bunda, el personaje que interpreto en la obra. Pero, si hay un tema presente en mi vida, ese es el de la muerte, por lo tanto, también el de la vida, puesto que uno te lleva constantemente a replantear el otro. 


Mi vida ha estado siempre rodeada de muerte, ya que he despedido a un gran número de familiares y amigos, por lo tanto,  he tenido la oportunidad y la fortuna de haber podido acompañar a varias personas en su fase final de la vida. El dolor de los duelos y el poder compartir ese tránsito con mis seres queridos me está enseñando a vivir de una manera más consciente y honesta de cara a mí misma y a los demás. 

La muerte no sólo es física, cada día morimos y nacemos a algo nuevo. Cada noche, cuando entramos en un sueño profundo, dejamos ir el día, morimos para volver a renacer al día siguiente. Y cada vez que volvemos a abrir los ojos tenemos la oportunidad de empezar de nuevo, de nacer a un nuevo día. La muerte me está enseñando a vivir disfrutando de cada momento; me hace ver que todo es efímero excepto la vida misma, "la vida siempre continúa", como diría Mor, la conciencia de Bunda en el espectáculo. 

Cuando el dolor es muy profundo y no sabemos darle salida, entonces se convierte en sufrimiento y éste se enquista en las células; mientras no le demos salida a toda esa emoción que sale de las entrañas, mientras no sepamos abrazar la sombra que crece en estas situaciones en nuestro interior, el dolor nos ciega y nos sumerge en la oscuridad; es en este momento cuando dejamos de percibir la belleza de la vida y enfermamos, porque el sufrimiento está ocupando todo el espacio, no podemos ver más allá. 


Tod@s sin excepción venimos a la vida provistos de las herramientas suficientes para saber navegar por el cauce de la vida. El don que se me ha dado para conectar con la vida es el arte; el arte crea puentes de comunicación, crea redes y es un vehículo transformador para las emociones. En realidad tod@s somos artistas, pero cada un@ ha de recorrer su camino, ha de descubrir qué es lo que trae consigo para ofrecer al mundo. Una vez sabes cuál es tu misión, tanto la vida como la muerte cobran sentido y podemos ver la belleza a cada instante. 


El espectáculo me está ayudando a ver y a vivir la vida de una manera mucho más plena, con más honestidad, a aceptar todo lo que sale del interior, a ver las máscaras que tenemos cuando no nos atrevemos a mostrarnos y a buscar la autenticidad, lo que realmente somos. Redescubrirse una y otra vez es muy gratificante, compartirlo con los demás es grandioso y poder transmitirlo a través de la música, de la poesía y de la mano de Esther es maravilloso.



Mirar a la muerte de cerca nos enseña a vivir mejor. Si asumimos la muerte como un pequeño tránsito en la vida, estaremos mucho más cerca de vivir una vida plena. 

Una vida bien vivida, puede ser el alimento para que otras personas puedan descubrir su potencial y puedan vivir una vida más consciente y en plenitud.  

Una vida plena hará que podamos morir en paz, porque no dejaremos nada pendiente, todo lo que hemos venido a dar ya habrá sido entregado. 


Creo que no se puede expresar con palabras la gratitud que siento por tener la oportunidad de ser parte de este espectáculo lleno de magia, de sencillez y de verdad, que va directo al corazón. 

Gracias Esther por la confianza incondicional que has depositado en mí incluso cuando yo no la he tenido, por tus ganas de vivir y de mejorar lo que hay y por tu generoso humilde gran corazón. 



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